lunes, 16 de febrero de 2015

Arte cubano en la reconciliación




¿Qué pasará con el arte cubano de ahora en lo adelante? Esa es una pregunta que muchos se hacen a partir del reciente restablecimiento de las relaciones entre Washington y La Habana. Numerosos medios de prensa (incluidos el New York Times y el Washington Post) le han dedicado importantes espacios al tema. Algunos (los más optimistas) estiman que se producirá un nuevo boom del mercado del arte cubano a escala global, y un incremento significativo del coleccionismo interesado en la producción visual que se realiza en la Isla. Auguran un aumento de la gestión privada dentro del sector artístico insular (eclosión de galerías independientes, no gubernamentales; revistas y periódicos privados, etc.), al igual que mayores espacios de debate, libertad de creación y perspectivas críticas.

Conversar con algunas voces autorizadas en el tema nos puede arrojar luces al respecto. Robert Borlenghi, director de la galería Pan American Art Projects de Miami, estima que «a partir de ahora habrá una mayor atención de coleccionistas no cubanos que dará más posibilidades a los artistas de la Isla de ser conocidos». Para el destacado pintor Tomás Sánchez «las ventajas de tipo socio-económico (flujo de familia y/o flujo de capital) aparecen hasta ahora como el escenario más esperanzador para los cubanos de dentro y fuera de la Isla. Para el arte cubano ya existían premisas y privilegios que otros sectores no tenían. No es secreto para nadie cuántas exposiciones y proyectos de Cuba se muestran en EEUU y cómo, también, existen plataformas específicas que han impulsado este flujo: Colección Farber, CIFO, etc. Así que sería regularizarlo».

Otros criterios no son tan entusiastas, y consideran que el asunto puede tener repercusiones negativas para el arte cubano, en tanto este se sumará con más fuerza al proceso de globalización cultural característico del mundo contemporáneo, perdiendo así su identidad. «La situación política de Cuba ha formado por mucho tiempo la inspiración de sus artistas, y este cambio a lo largo va a tener efectos de conformar el arte cubano al del resto del mundo Occidental», afirma Borlenghi. Para el coleccionista radicado en Miami Peter Menéndez, «los efectos de la normalización de relaciones entre ambos países se van a hacer sentir con bastante rapidez en el mercado de arte cubano. Una vez que aquello del fruto prohibido deje de serlo, la producción artística del país será sometida a los criterios vigentes hoy día, esos que se forman en Nueva York, Los Ángeles, Berlín y Londres. La producción habanera, alejada de lo exótico, ¿cabrá en ellos?»

Según algunos, será preocupante el fenómeno de la masificación de artistas y obras (originales y falsas). Al decir de Borlenghi, «va a haber una proliferación de artistas (como si ya no hubiera bastantes) y consecuentemente la calidad media va a bajar. Por no hablar de la inevitable multiplicación de falsos de artistas muertos, que por el momento es un fenómeno generalmente limitado a Miami.»

El factor de los precios de las obras también es otro elemento que, según los especialistas, pudiera estar sujeto a modificaciones en esta nueva etapa. «Se podría decir que hay obra de artistas cubanos –residentes y no en la Isla– que tiene precios mucho más elevados dentro que fuera. Ha existido mucho coleccionismo de “lo exótico”, que en la normalización de las relaciones tendrá otro carácter. Con respecto a la obra con carácter patrimonial que ha llegado a alcanzar altos precios en subastas, especulo que será mucho más difícil poder moverla, ante la  existencia de acuerdos que amparen el patrimonio», nos dice Sánchez, mientras Menéndez nos aclara que «habrá grandes cambios en lo que respecta a la industria de arte creada en La Habana en los últimos años, empresa que al parecer ha establecido una clase económica diferente e independiente dentro de la sociedad cubana, alzando a un puñado de artistas a un estilo de vida de niveles mucho más altos. Hoy en día los artistas cubanos con representación en las mejores galerías de Nueva York son Los Carpinteros, en Sean Kelly. En España está Carlos Garaicoa. Kcho duró poco con Bárbara Gladstone. ¿En los próximos años entrará alguien nuevo a estos niveles?».

Algunos se explican el fenómeno desde su arista política. El curador y crítico de arte Elvis Fuentes piensa que «las incidencias serán matizadas por el cachumbambé político que siempre ha sido el diferendo Cuba-USA. Por lo que se ha visto, la iniciativa, que parecía de común acuerdo, ha pasado a ser unilateral de parte de Obama, pues Raúl Castro ha puesto condiciones que USA no puede cumplir para reanudar las relaciones diplomáticas. Así todo quedará como un gesto de Obama hacia sus conciudadanos, facilitando los viajes y las transacciones comerciales, sin que haya representación diplomática. El efecto será a corto plazo el auge de los viajes de norteamericanos a Cuba y consecuentemente la expansión del mercado para el arte cubano producido en la Isla».

¿Será el arte cubano un vehículo facilitador de la conciliación? ¿O, por el contrario, el fruto de la discordia, el aguafiestas? ¿Se llenará este de conformismo en los nuevos tiempos, o será punta de la lanza para los desafíos que se avecinan? ¿Aumentará o mermará su calidad? Interesantes interrogantes que nos hacen meditar sobre nuestro futuro inmediato, y sobre el papel que desempeña el arte en los procesos de emancipación de los seres humanos y sus pueblos. Por lo pronto, mantengámonos alertas, y no dejemos extraviar la utopía.

(14 de febrero de 2015)

  

Stainless, arte de la Isla en Key West


Dentro del panorama del arte cubano de los últimos diez años, uno de los nombres que sobresale con mayor protagonismo es el del colectivo Stainless (Alejandro Piñeiro, José Capaz y Fabelo Hung), quienes se proyectan desde la Isla y a escala internacional con una seguridad y consistencia admirables para sus cortas edades. Tuve el privilegio de comisariar su primera exposición como grupo dentro del contexto cubano (Centro Hispanoamericano de Cultura, La Habana, octubre-noviembre de 2011), momento en que se hizo evidente su vertiginoso y demoledor éxito artístico, de público, promocional y de mercado. Ahora, 4 años después, me honra reseñar su primera muestra en el ámbito cultural de la Florida: Una mente caótica, The Studios of Key West, Cayo Hueso, 5 al 26 de febrero de 2015.

La exposición se articula sobre la base de cuatro ejes temáticos fundamentales: el erotismo humano en su faceta más desinhibida y burlesca (“Occidente con esteroides”, “Passion Gone Wild”); la desacralización de emblemas distintivos de determinados centros de poder, a través de la sátira y el sobredimensionamiento del kitsch (“Capitolio”, “Amor al rojo”, “Laureado”); la megalomanía y el efecto psicótico/paranoico de las grandes campañas publicitarias a escala global (“Cosmos”); y el proceso de mundialización del proyecto de Occidente como un destino manifiesto, infalible (“La escuela de Atenas”).

Sin duda la obra maestra de la muestra es “Cosmos”. Aquí los autores nos presentan una foto de once mil estrellas en el espacio –imagen que se apropiaron de la INTERNET–, a la cual decidieron realizarle una intervención radical: todos los astros fueron sustituidos por marcas publicitarias de grandes empresas transnacionales (McDonald´s, Nike, Apple, Microsoft…), labor titánica de tres meses de arduo trabajo en Photoshop. ¿Qué nos querrán decir los artistas con esta metáfora? Probablemente nos recuerdan que vivimos en un mundo frívolo, de puras apariencias, donde importan más la imagen y la representación de las cosas que las cosas mismas. Un universo donde lo virtual ha terminado desplazando a la realidad toda. Un mundo de puros fetiches, en el que todo se piensa, en primera instancia, en función de su construcción mediática. Vestimos para satisfacer las expectativas de los demás antes que las nuestras. Compramos el arte que está de moda, nos guste o no. Manejamos el auto más publicitado, no necesariamente el que nos agrada más. Nos enamoramos por Facebook. Tenemos sexo por Skype. La vida es puro simulacro, un gran teatro en el que el objeto ha quedado anulado ante la avalancha de imágenes que intentan vendérnoslo. Eso nos dice esta bella pieza.

Otro trabajo interesante dentro del conjunto es “Capitolio”, el cual nos presenta a la célebre edificación habanera desde una visualidad muy cercana a la de un gran cake, presto a ser degustado. En este caso se intenta desmitificar el histórico símbolo por medio del humor y el sarcasmo. Si el Capitolio de La Habana es un gran dulce, quizás la ciudad toda sea una gran piñata, un enorme parque de diversiones donde miles de arlequines y trapecistas habitan el pasatiempo de la eterna cuerda floja de sus vidas.

Entretanto, un lienzo de la serie Passion Gone Wild nos muestra seis lenguas gigantes que se besan entre sí a la manera de una gran orgía, como explicitando un sistema de valores desprejuiciado, licencioso. Recordándonos que nuestros artistas son unos gozadores, unos locos de la vida, que saben vivirla hasta la saciedad. Obra de una factura impecable, donde todos los dispositivos formales (color, líneas, composición) fungen como catalizadores o agentes de activación de la libido. Yo la quisiera en mi cuarto, la verdad.

Pero las anteriores no son las únicas propuestas de impacto dentro de la exposición. En Una mente caótica todas las obras exhibidas son clásicos. Esta es una de esas exposiciones que marcan pautas, desafían horizontes de expectativas.

Stainless llegó a la Florida. Ya no habrá quien los pare.       

(14 de febrero de 2015)



  

El arte es breve, la vida es infinita


Desde el pasado 1ro de diciembre y hasta el próximo 15 de febrero se exhibe en la galería KaBe Contemporary de Wynwood una muestra personal del destacado artista venezolano radicado en Barcelona Meyer Vaisman (En las inmediaciones de la Historia, 5774). Debo confesar que la expo me sorprendió grandemente, por el misterio que la encierra. Lo primero que llamó mi atención fueron las fechas colocadas por el artista en cada obra, para indicar su año de realización: 5773, 5774…, obviamente alusivas al calendario hebrero. Luego, comienzo a ojear varios catálogos del artista en la galería, y descubro que, mientras que esta muestra en KaBe tiene una estética cuasi abstracta, el creador había transitado anteriormente por etapas bien figurativas. Le pregunto al especialista al frente de la galería si Vaisman tenía orígenes judíos, y me responde que sí, y que además desde hace algún tiempo se había convertido en un ferviente devoto y practicante del judaísmo. Entonces lo comprendí todo.

Entendí por qué la inclinación a la abstracción, el alejamiento del mundo de las imágenes. Y comencé a comprender también otros muchos símbolos. Por ejemplo, la muestra está llena de huellas dactilares y firmas del artista magnificadas, lo que pone al descubierto un interés manifiesto por parte del autor hacia al acto de redefinición y conceptualización de su propia identidad. Y ya sabemos que el fenómeno de lo identitario es uno de los tópicos más cardinales de la cultura y la religión judías. También me pude percatar de que las obras estaban pintadas como al revés, cual si se tratase de un gran espejo en el que se proyectan las representaciones. El artista intenta invertir todo aquello que atañe a los roles establecidos por la lógica común. La célebre frase “Ars longa, vita brevis”, nos la presenta también en sentido inverso: “Ars brevis, vita longa”. La vida no es breve, sino eterna, nos dice. Frase con la que podemos aprehender su cosmovisión, su entendimiento del universo, de la creación y de nuestra misión en el mundo.

Igualmente curiosa me resultó la rusticidad y el carácter fabril de las obras expuestas. Estas son pinturas atípicas. Aquí no se usa pincel ni nada por el estilo, y ni siquiera el artista participa del acto de creación. Él no toca las obras. Las encomienda a un procedimiento industrial de inyección de tinta sobre la madera, dando como resultado trabajos de una visualidad bien perturbadora, enigmática. ¿Por qué será que el autor decide no participar en la realización de las piezas? ¿Tendrá ello algo que ver con sus procesos de fe? Ahora mismo no me viene una respuesta clara a la mente. Pero la muestra me intriga, me inquieta. Me ha hecho pensar en ella por varios días. Y ese es un síntoma muy alentador, en estos tiempos en que pensar resulta tan ajeno, tan inaudito.

(7 de febrero de 2015)


Cuando la ética importa más que la estética



Arquitecturas afectivas es el título de la más reciente exposición que exhibe Aluna Art Foundation (Miami) desde el pasado diciembre, y que podrá ser visitada hasta el 21 de febrero de 2015. Integrada por 24 artistas procedentes de México, El Caribe, América Latina y España, y comisariada por Adriana Herrera y Willy Castellanos, la muestra aborda como tema central problemáticas relacionadas con la arquitectura, el urbanismo y su representación en el arte. Pero la mirada no se enfoca en el aspecto físico, y mucho menos descriptivo, sino más bien en las derivaciones emotivas/espirituales que definen a las ciudades y sus construcciones como entes vivos, como reservorios de historias pasadas y presentes, donde se acumulan sueños y desvanecen esperanzas. Los creadores implicados en el proyecto se valen de la memoria afectiva como recurso para dialogar con aquellos núcleos arquitectónicos o urbanos de donde proceden, por donde han transitado, o adonde han arribado. La mayoría de las obras evidencia un interés común: la crítica o deconstrucción de los grandes paradigmas de la arquitectura moderna, especialmente en relación con el fracaso de sus narrativas y gestos utópicos.

Un primer elemento a favor de la muestra es su enorme variedad, ya sea en cuanto a geografías, edades, técnicas, estilos, formatos, manifestaciones artísticas... En lo que respecta a estas últimas, hay de todo en la exposición: pintura, dibujo, fotografía, grabado, escultura, instalación, videoarte, en todos los casos hilvanados desde una museografía de altos quilates, que apuesta por la experimentación, la fragmentación y descentramiento del montaje, el predominio de fuertes diagonales en la visualidad, con su consecuente desestabilización de los esquemas ortogonales. Asimismo, resulta bien significativa la presencia de nombres frescos, caras bien jóvenes, en muchos casos de artistas emergentes recién llegados a la ciudad de Miami, y que intentan comenzar una vida nueva por estos lares. A Aluna... no parecen interesarle los grandes nombres, las firmas consagradas, legitimadas. Es en este sentido una institución antihegemónica, que apuesta por el riesgo, por aventura de lo ignoto. En su trayectoria como fundación, nos podemos percatar de que su interés no es solo estético, sino también filantrópico, profundamente humano. Lo cual es una razón más que suficiente para el agasajo, en estos tiempos de tanta mezquindad y egoísmo.

Me gustaría comentar todas las obras, una por una. Pero el espacio es un enemigo inclemente. De modo que no me queda de otra: jerarquizaré. Y debo admitir que una de las obras que más me atrajo, por su pericia técnica y de sentido, es aquella titulada “Paradiso Nº 1”, del dúo de creación Atelier Morales. Aquí se nos presenta un fragmento del malecón de La Habana, con una alteración morfológica fundamental: su superficie de cara al mar ha sido trocada en los célebres Acantilados de Normandía, del norte de Francia. El espacio de lo real es transformado en el sendero de la quimera, en la plaza del ensueño y la fantasía. El arte es empleado acá como vehículo de redención simbólica, ficcional, esa que cree que un mundo mejor es posible (aunque no sé si probable).

También reveladora se me antoja la escultura “Lamento”, del mexicano Gonzalo Lebrija. En ella observamos a una figura masculina, cabizbaja y recostada contra una pared blanca, en una postura que delata aflicción, pena. De inmediato nos viene a la mente la interrogante: ¿a qué se debe el desconsuelo de este personaje? Y la respuesta parece ser muy clara según los testimonios del autor: se trata de una actitud de protesta, un llamado de atención sobre su ciudad, Guadalajara, y en lo que esta se ha convertido, debido a la acción irresponsable de los seres humanos. Bella pieza, en definitiva, portadora de una dimensión ética bien recia.

El resto, amigo lector, se lo dejo de tarea. Créanme, hay muchas obras meritorias, tremendamente hermosas. Un recorrido que les cambiará la vida.

(31 de enero de 2015)

  


Juan Roberto Diago, antropología y sociedad

Hasta el próximo 28 de febrero se exhibe en la galería Pan American Art Projects de Wynwood (2450 NW 2nd Ave, Miami) una sugestiva exposición del joven artista cubano Juan Roberto Diago (La Habana, 1971), integrada por un conjunto de lienzos de mediano y gran formato, en todos los casos con predominio de técnicas mixtas en los procesos de realización.

Diago es uno de los creadores más exitosos del contexto plástico cubano de los últimos veinte años, cuya obra se ha distinguido por una fuerte dimensión antropológica y social, desde la que ahonda en el universo del sujeto de la raza negra, sus creencias religiosas, su entorno arquitectónico y urbano, sus utopías y frustraciones, los prejuicios que le circundan, etc. Los trabajos del artista han estado inscritos en la vertiente estilística del arte povera (movimiento nacido en Italia, basado en el empleo de materiales pobres, naturales, de desecho). Su operatoria se ha basado mayormente en el reciclaje y la apropiación de elementos abandonados por el ser humano, deteriorados por el uso de este y por el paso inexorable del tiempo, entiéndase trozos de madera, bambú, botellas de plástico, metales oxidados... Ha realizado una suerte de arqueología de la memoria, al recontextualizar materiales y objetos que tuvieron una vida previa, y que entran por tanto al mundo del arte cargados de energía e historia.

La exposición que nos ocupa hace parte de un visible giro estético que ha venido experimentando la poética del autor en los años recientes (especialmente desde su exhibición en la galería Magnan Metz de Nueva York en octubre 2012); giro relacionado con una tendencia cada vez más creciente hacia el minimalismo y la síntesis narrativa, hacia la depuración formal. Alejado de toda iconografía figurativa, esta vez Diago se nos presenta ya no coqueteando con la abstracción, sino completamente inmerso en esta orientación estética, a través de obras donde los procedimientos del collage y el ensamblaje devienen cardinales. Es así que se vale de pedazos envejecidos de telas para recrear superficies donde el valor de lo táctil y la densidad de lo matérico se tornan poderosamente seductores. Obras que constituyen una incitación al roce, al escrutinio manual, íntimo.

En cuanto a la gama de colores, predomina la acromía total: solo blanco y negro en sus distintas degradaciones de valores. Todo ello en medio de composiciones bellísimas, donde uno siente que nada sobra y nada falta. La distribución interna de las áreas, las líneas estructurales y demás espacios de representación ostentan una elegancia y efectividad francamente envidiables. Diago es un maestro del oficio, no nos quepa la menor duda.

Muchos se preguntarán dónde se encuentra “lo racial” en medio de estas telas abstractas, pues a simple vista no hay asociaciones evidentes, dada la supresión de anécdotas o narraciones directas. Y es que en estas piezas el mundo de la negritud es evocado no desde determinados motivos o íconos puntuales, sino desde las derivaciones simbólicas y metafóricas de los materiales empleados. De ahí que las superficies ásperas de algunos cuadros nos hagan recordar los queloides, esas cicatrices pronunciadas que sobreviven como testigos presenciales de las heridas sobre la piel negra. El artista no ha renunciado a su tema de siempre, solo que intenta ser menos frontal y más elíptico, tangencial. Lo cual se agradece, en tanto oxigena su trayectoria creadora, la refresca.

Otro elemento a favor de la muestra es la solidez de su concepción curatorial y museográfica, algo que distingue habitualmente a los proyectos de la Pan American Art Projects. La efectividad comunicacional del montaje, los sistemas de iluminación, la altura y distancia entre las obras, así como la inteligente narratividad lograda con la secuencia de lienzos integrados armónicamente al espacio, convierten a esta exposición en una visita obligada para los amantes del buen arte.

Así que no se lo piense. Wynwood le espera, una vez más...   


(24 de enero de 2015)