viernes, 9 de julio de 2010

Desiderio Navarro y el Partido de los Mocos Verdes (o La estrategia del camaleón)


Siempre he creído que Desiderio Navarro es un tipo de mucho cuidado. Una suerte de farsante que navega en todas las aguas. Un simulacro de personaje valiente, rebelde y contestatario, detrás del cual se esconden muchas historias pasadas bien “rojas”, oficialistas a ultranza. Alguien que se ha construido todo un aura de “teórico del arte”, cuando no es más que un editor y traductor, un individuo que repite lo que han escrito otros, pues ciertamente son muy pocos los trabajos de su autoría que tengan trascendencia. Siempre me ha indignado mucho la manera tan arrogante con que no deja hablar a sus invitados mientras funge como moderador en sus encuentros-monólogos de Criterios, momentos en que queda clara su mayor enfermedad: la del ego, la de las ansias de llamar la atención a toda costa, de ser el centro del universo. Nunca me creí esas historias de la víctima a la que los “censores” le cortaban la conexión del correo electrónico y le hacían otras tantas acciones para desestabilizar su empresa emancipatoria, de justicia social. Ah, pobre de él… Y de todos aquellos que le creían.

Siempre he pensado eso, y mucho más, pero no lo había escrito por la sola razón de que no hallaba el pretexto, el momento oportuno, el pie forzado. Pero ya llegó. La torpeza, brutalidad y mala leche de las siguientes palabras han sobrepasado el límite de mi paciencia:

“Mientras en nuestro país todavía aparecen jóvenes postmodernistas trasnochados que, con bomba y platillo y no sin un oportuno apoyo mediático, promueven el "anything goes" de hace 30-40 años, el regodeo formal onanista, un pragmatismo cínico hacia el mercado, la indiferencia, el silencio, la desvinculación social y todo lo que justifique, sobre todo entre los jóvenes, un arte y una crítica apolíticos en estos momentos decisivos de la política nacional, por el planeta desde hace años se observa cada vez más en primer plano la repolitización del arte y del discurso sobre el arte, impulsada por artistas y pensadores de prestigio mundial. No por casualidad a ese proceso dedicó todo un dossier el reciente número 36 de Criterios, y tampoco por casualidad acaba de dedicarle todo un excelente número la fraterna revista española Estudios Visuales, dirigida por el teórico y crítico José Luis Brea, bien conocido entre nosotros.
Criterios hará llegar en sucesivas entregas varios archivos PDF adjuntos con textos del número 7 (enero 2010) de Estudios Visuales --entre otros, los de la afamada teórica holandesa Mieke Bal y el influyente filósofo francés Jacques Rancière.”

Como que Desiderio “Babarro” no tiene mucho criterio propio (vaya paradoja), y todo lo que hace es vomitar como un papagayo todo aquello cuanto lee, un gran error que ha cometido siempre es el de no confrontar las “teorías” que “traga” con las dinámicas de la praxis misma. Basta que una revista saque un dossier hablando de la “repolitización del arte”, para que él afirme que el arte se ha repolitizado a escala mundial, y quiera imponerlo como ley. Por Dios ¡!!, hay que estudiar un poco más el arte internacional, y no guiarse tanto por los libros. Qué repolitización del arte ni qué ocho cuartos. Hoy día hay de todo en la plástica internacional; como mismo hay un arte muy político, hay un montón de artistas muy bien insertados en el mainstream que andan por una cuerda totalmente opuesta. Existen miles de Damian Hirst, eso está clarísimo. Como él pudiéramos citar un sin fin de nombres que no creen en la efectividad de las estrategias políticas del arte. Que les parece utópico y trasnochado.

Tanto que habla Desiderio de democracia y pluralidad, y todo cuanto hace es imponer sus ideas (disculpen, las ideas que leyó de otros), imponer modas y tendencias estéticas, de pensamiento. Tanto que ha hablado de la Postmodernidad, y vive anclado en resabios modernistas. Eso de la repolitización del arte suena a un “ismo” más de la modernidad, como si todavía funcionara esa noción rupturista y de progreso, esa fiebre de lo nuevo, tan arcaica y obsoleta en medio de la desjerarquización de valores de los tiempos que corren. Por mucho que Desiderio pretenda que las teorías de la Postmodernidad son trasnochadas, a muchos el llevado y traído “anything goes” lyotardiano nos sirve muy bien para enfrentar autoritarismos y dictaduras estéticas como este bla bla bla de la “repolitización” que Babarro quiere imponer como modelo. Por otra parte, supongamos que es cierto, que en el mundo el arte se está repolitizando, ok. Ahora, porque eso sea así, significa que en nuestro contexto ha de comportarse el fenómeno de manera similar. Si algo de rico tiene la Cuba de este minuto en materia de plástica es su diversidad. En lo que respecta a mi experiencia personal, recientemente curé la expo Bomba en el Centro Wifredo Lam, con artistas que están hastiados de las remisiones contextuales y la puja social; pero en un futuro próximo exhibiré un proyecto curatorial de arte performático con un grupo muy numeroso de creadores cubanos también jóvenes cuyas intenciones son todo lo contrario: estos sí son muy políticos, y se quieren tragar el mundo, se creen en serio que el arte puede cambiar un estado de cosas, el futuro de un país. Para ellos es más importante la dimensión ética de la creación que la estética. Pero ambos polos son legítimos, tanto los primeros como los segundos; de eso de trata, de la confrontación de orientaciones disímiles, de poner sobre el tapete toda la riqueza de opciones posibles, ese contrapunteo tan necesario y oxigenante. Ahora solo porque Desiderio tiene un juguetito nuevo con su revista de Estudios Visuales, ya no se puede hacer en Cuba otro arte que no sea político. Me da mucha pena con él, pero yo no lo leí en ningún libro, lo que expuse en Bomba me lo ofreció la realidad misma; esos pintores están ahí, en las escuelas de arte de todo el país, en las cúpulas del ISA, en los talleres y galerías de la ciudad. Que sean formalistas, onanistas, o lo que sea, no los hace menores. Sencillamente es otra manera de entender el arte, y no es la primera vez en la historia del arte que este se piensa a sí mismo, que apela a un estadio de autoconsciencia. ¿Por qué hoy día no puede ser? Nuevamente estamos cayendo en exclusiones y vocaciones normativas muy peligrosas, en esa nostalgia modernista de la linealidad, de romper con el pasado, con la tradición. Posiciones que, insisto, nada tienen que ver el pluralismo y la concepción circular de la historia del arte que distingue a los tiempos actuales, y que debería tener en cuenta un ratón de biblioteca que ingiere tanta filosofía del arte.

El arte cubano siempre ha sido muy político, sino no en el sentido de la apología, en el del cuestionamiento. Aunque desde el Nuevo Arte de los ochenta hasta acá, más bien en la segunda dirección. A veces la dinámica de la tensión con el poder se ha vuelto casi una moda, un lugar común, el bastón de los cojos que no tienen otra cosa que decir. La censura y la coacción del poder se han convertido muchas veces en un ente necesario, que se manipula para adquirir celebridad, para llegar al estrellato local gracias a la etiqueta del “contestatario”, del “prohibido”, y a la frase “qué fuerte la obra de fulano”. Muchos han vivido y se han hecho artistas gracias al jueguito con los símbolos patrios y a la censura. Si las circunstancias sociopolíticas fueran otras no sé qué harían. Bueno, se adaptarían como el camaleón. Es legítimo. Pero a veces es muy fácil, ciertamente. Al final, una performance o un lienzo no van a cambiar un sistema. Son solo eso: una performance y un lienzo. Eso sin contar que el hecho de hacer oídos sordos a los conflictos del contexto, son también una actitud política (por contraste), mucho más cínica y sutil, y eso me imagino que Desiderio lo sepa, aunque no lo haya encontrado en ninguna bibliografía. De modo que, si se quiere, Bomba fue también una exposición muy política.

Yo también deseo (y con más sinceridad que las poses afectadas de Desiderio) que la Cuba de este minuto sea otra, más plural y democrática, solo que no veo por qué todo el arte que se hace en nuestro país tiene que ser tribuna o panfleto. El que quiera hacerlo, bienvenido sea; el que no, también. ¡Basta ya de exclusiones! Desiderio debería fundar un partido, ya que es tan valiente (el “Partido Disidente de los Mocos Verdes”, se podría llamar). Al final, sus Criterios las leen tres gatos eruditos. No creo que tengan mucho impacto en el ciudadano medio de nuestro país en este instante.

Su afán de repolitización del arte también es muy viejo, y tiene mucho más de 30-40 años. Tiene siglos.

He sido grosero en estas líneas, lo sé. Pero ha sido con toda intención. Con el personaje que nos ocupa no podía ser de otro modo. A los cerdos, comida podrida; nada de perlas.


La Habana, 9 de julio de 2010.
2: 00 AM.





1 comentario:

machetico dijo...

Ortega, este me gustó. Lo suscribo. Los comentaristas se cagaron.