Recientemente
llegó a mi buzón de gmail el siguiente mensaje, enviado a Diversidad Sexual del
CENESEX por un señor llamado Alfonso Chacón Martin. Por su gravedad, lo
reproduzco a continuación, y posteriormente les ofrezco mis consideraciones al
respecto:
De: Anfonso Chacon Martin
[mailto:Anfonso@trdcaribe.co.cu]
Enviado el: miércoles, 18 de abril de 2012 12:33
Para: Diversidad Sexual CENESEX
Asunto: RE: Opinión
Para: Diversidad Sexual CENESEX
Asunto: RE: Opinión
Los locos dicen que no están
locos, los presos dicen que son inocentes, los alcohólicos que no lo son, los
ladrones que están luchando, los enanos que el perfume bueno viene en frasco
chiquito y así un sin número de justificaciones hasta llegar a que la
homosexualidad es normal. Según documentales en Pasajes a los
desconocido son alteraciones metabólicas reales que hacen que un individuo
tenga más o menos hormonas femeninas o masculinas y por consecuencias la
atracción de a uno u otro sexo; esto es a grandes rasgos la explicación de lo
que ahora llaman orientación sexual. La naturaleza es sabia y nos hizo
diferentes para evolucionar en la especie si ella hubiera querido satisfacer
las necesidades enfermizas de unos y las aberraciones de otros
nos hubiera hecho iguales. No me importan las relaciones homosexuales de los
individuos que así se manifiesten con el respeto que exige la convivencia
social, o ¿es que tiene un menor de edad ver lo que el CENESEX llama relaciones
normales en todos los medios?
Esta relaciones es necesario
que se entienda que son COMUNES pero no son normales, normal
es la naturaleza, o es que ven normal los compañeros y compañeras
del CENESEX la pedofilia, al paso que van las interpretaciones y
la exagerada y continua manifestación de homosexualismo para la aceptación de
la sociedad, que si se ve enfermizo ese trabajo de divulgación. Ya olvidaron el
niño hace mas lo que ve hacer que lo que dicen que haga, si los niños de
escuelas y círculos ven estas manifestaciones groseras de amor homosexual en la
calle y alguna que otra justificada por la profesionalidad del padre o la madre
en la casa o en casa del vecino, estamos orientando o incitando a esos pequeños
a que satisfagan sus necesidades sexuales con lo que tengan a mano pues a esa
edad que entienden ellos de lo que hablan los Master, Licenciados, Premios
Nóbel, Doctores, que lo que están defendiendo son más fantasías sexuales que
espiritualidades. Creo que deben llamarse a capítulo, aceptación es capacidad
interpretativa de los sucesos comunes, NO VENDER COCACOLA, LA Revolución
necesita de la voluntad y sacrificio de los hombres y mujeres que cada día
piensan en dar lo mejor de ellos para todos y a esos no hay que miran que
orientación sexual tienen para aceptarlos.
Conozco profesionales
homosexuales que esa propaganda a ellos les da más vergüenza que otra cosa y he
visto homosexuales que denigran el trabajo que Uds. hacen, es una vergüenza
para la sociedad y la revolución, creo que tienen la tapa de la caja de Pandora
en la mano, busquen o hagan estadísticas se los recomiendo.
Cuando leí este mensaje, y descubrí semejantes desatinos,
pensé que lo mejor era no hacer caso de tales ignorancias, y no perder mi
tiempo contestando un criterio de sabor medieval. Sin embargo, he decidido
escribir estas reflexiones por una razón muy precisa, y es que desgraciadamente
esa no es solo una opinión aislada y puntual, sino que se hace eco de muchos
prejuicios que todavía subsisten en nuestra sociedad en relación con el tema, y
que sostienen aún muchísimas personas, aunque a veces nos duela reconocerlo.
Lo primero que me queda clarísimo a simple vista
es que este señor tiene delante de sí un gran fantasma que le perturba, un
temor a constatar su efigie en el espejo, y descubrir un “otro yo” que se niega
a aceptar, porque le causa pánico. De ahí que asuma como estrategia la de
satanizar públicamente esa orientación que debe esconder a toda costa. Atacar
en público dichas inclinaciones del deseo, equivale a reforzar esa virilidad y
hombría que no descansa sobre bases muy seguras, y por tanto necesita ser
gritada a los cuatro vientos. Eso está clarísimo: detrás de un extremista se
esconde un oportunista. Ya lo han dicho muchos estudiosos del tema: la
homofobia no es más que el temor a ser descubierto.
Resulta curioso cómo todavía, a estas alturas de
la vida, se sostiene que la finalidad última de la unión entre dos personas es
la reproducción, para garantizar así el “mantenimiento de la especie humana”.
Me parece ridículo tener que hablar de esto en pleno siglo XXI, pero no me
queda otra. Cuando dos personas deciden unirse, el móvil de esa unión es
alcanzar el amor, la felicidad, el placer físico y espiritual; la reproducción
es solo la consecuencia de ese amor, nunca el fin en sí mismo. Es justamente
esa una de las cualidades que nos diferencian del resto de los animales (o al
menos de la mayoría de ellos).
Las palabras de Alfonso están ancladas en un
concepto de familia que resulta esquemático, primario y simplificador, y deriva
de esa noción patriarcal, heteronormativa, falocéntrica, misógina y homófoba,
según la cual un hombre y una mujer se casan, viven juntos y dejan detrás una
descendencia. ¿Acaso un hombre y una mujer que no logren tener hijos, no podrán
nunca constituir una familia?
Pero lo más alarmante es la noción de las
“alteraciones metabólicas”. Es obvio que en la orientación sexual influyen
factores de tipo cultural, social, antropológico, psicológico e incluso
biológico. Y teniendo en cuenta este último, es claro que pueden haber
determinaciones hormonales de un tipo o de otro. Pero de ahí a llamarle “alteraciones”
a estos condicionamientos hormonales, va un buen trecho. La palabra
“alteración” implica que se establece una comparación con un supuesto modelo de
“normalidad” o de “orden”, y ese paralelo es muy peligroso, por fascista y
excluyente. ¿Qué es lo “normal” y qué no lo es?, y ¿sobre la base de qué
criterios de sostiene tal clasificación? Hace mucho rato que la homosexualidad
dejó de tener una connotación patológica/clínica, y se entiende como una
orientación legítima del deseo, como parte de una diversidad que desborda
cualquier esquema. Se trata simplemente de una cuestión de elección personal,
que no debe molestar ni afectar a nadie en tanto concierne a la intimidad de
dos. Que una actitud sexual impúdica en público resulta desagradable, estoy de
acuerdo, pero lo es tanto entre dos gays como entre dos heterosexuales. La
cuestión tiene que ver con un problema de educación y respeto al otro, con
nociones elementales de convivencia en sociedad, pero no con la preferencia
sexual.
Estoy cansado de escuchar el criterio de que los
niños no pueden “ver”, no deben “oír” sobre el asunto, como si se tratara de
una epidemia que se contagia. Un amigo que trabaja en el ICRT me contaba cómo a
propósito de algunas telenovelas cubanas que han abordado el tema de relaciones
homoeróticas, llegaban a la televisión muchísimas cartas de personas irritadas
porque “los niños podían ver eso”, y era algo que les preocupaba. Creo que aquí
el prejuicio sale a flor de piel, se hace más que evidente. Si se debe esconder
algo a los pequeños, o no hablar de eso, es porque ese “algo” se considera
reprobable, o porque lo entendemos como una opción que nuestros hijos no deben
elegir, y por tanto hay que evitársela a toda costa, para que no se enfrente
con ella. Y yo me pregunto, ¿por qué? ¿Por qué a los padres no les molesta que
sus hijos vean una escena de amor heterosexual en las telenovelas? ¿Por qué en
esa dirección no hay cartas ni protestas? Pues porque resulta el “modelo a
seguir”, el “patrón de lo correcto”. Sus hijos cuando adultos deberán seguir
esa conducta, porque es “lo natural”, y entonces es bueno que la vean reflejada
en pantalla. Lo que se salga de ese esquema no debe ser visto. Con ello se está
imponiendo a los pequeños una heterosexualidad forzada, que no necesariamente
resultará de una elección personal que parta de la diversidad, sino que estará
fuertemente condicionada por una voz
sociocultural y familiar que dicta las pautas a seguir de manera irremediable.
Entonces vendrán en la adolescencia las primeras novias, pero luego ese joven
escogerá su propio camino, y sabrá enfrentarse a los “cánones”, hacerlos
añicos. Se dará cuenta de que toda norma no es más que el pretexto para su
propia infracción (Jan Mukařovský). Pero dicho proceso de autorreconocimiento
resulta muchas veces duro, traumático, pues en ocasiones el joven tiene el
prejuicio homofóbico enraizado en su propio sistema de valores, y despojarse de
él no le es tan fácil. Sería algo así como la homofobia desde la homosexualidad.
Para aquellos jóvenes cuya orientación termina
siendo auténticamente heterosexual, el prejuicio les impedirá muchas veces
entablar vínculos de amistad con aquellos que poseen una orientación diferente.
Y para los que decidan amar a las personas de su mismo sexo, será duro el
enfrentamiento con la homofobia familiar y social imperante. Y son justamente algunos
padres los que hacen que sea más doloroso este proceso, al ocultar el tema
desde la niñez, al decidir no “hablar de eso”. Muchas veces son ellos los
responsables de que sus hijos sufran, de que no tengan la valentía suficiente
para asumir su sexualidad con dignidad, o de que alimenten un sentimiento de
culpa de por vida. Sentimiento que tiene su germen o su base en la niñez, al
satanizar los adultos, delante de los pequeños, algo que estos deberían
entender o aprehender como libre elección.
Por más que se obligue al niño a jugar a la
pelota y a practicar boxeo, se le enseñe a “cogerle la boca” a la vecinita,
porque eso es “cosa de hombres”, o se le diga “que los hombres no lloran”…, por
más que todo eso ocurra, repito, nada va a impedir que ese niño cuando adulto
escoja la orientación sexual en la que se siente más a gusto. Todos esos
estereotipos lo que hacen es demorar más el proceso, pero nunca impedirlo.
Pienso entonces que lo más saludable es dejar
que el pequeño vea la escena de las dos lesbianas o los dos gays que se aman en
la telenovela, o que andan de brazos en la calle. Como mismo deben ver que esto
ocurre entre un hombre y una mujer. Así entenderá desde chico que la diversidad
es legítima, y aprenderá a respetarla, y por tanto a respetar sus auténticas
orientaciones del deseo. Cuando pregunte, se le explica que como mismo mamá
está con papá, es posible que tío esté con un amigo al que ama, porque así es
feliz, y no hay nada más importante en este mundo que la felicidad. De este
modo ese pequeño crecerá sabiendo que existe un abanico de posibilidades bien
amplio, y solo él decidirá, sin imposiciones, cuál es el camino que quiere para
sí cuando sea adulto. El mismo error sería si viviéramos en una sociedad donde
la mayoría fuésemos homosexuales, y nos molestara que nuestros hijos vieran una
escena de amor hetero en pantalla. Ambos son extremos inquisitoriales.
Impedir que el niño vea una escena gay, o que
juegue con el vecino porque “está flojo”, se convierte en un conflicto tan
grave como el que implica que el padre le diga “no andes con fulano porque es
negro”. Todas las formas de exclusión son muy nocivas.
Me temo que la caja de Pandora la ha abierto
usted, señor Chacón, en tanto ha puesto al descubierto y ha hecho públicos su
fobia, su odio visceral, sus temores, sus “secretos”. Por suerte la sociedad
cubana está cambiando, y entre esos cambios se ubica el hecho de que cada día
aumenta mucho más su cultura en materia de entendimiento y aceptación sexual,
gracias en primer lugar a la encomiable labor del CENESEX, esa que a usted le
parece “denigrante”, y que a mí me resulta maravillosa. Me da pena sobre todo
con sus hijos, que serán víctimas de una educación autoritaria y despótica,
enferma. Sí, porque como muy lúcidamente ha proclamado el CENESEX, la
homosexualidad no es una enfermedad, pero la homofobia sí.
Usted alega que el trabajo que realiza el
CENESEX es “una vergüenza para la sociedad y la revolución”. Yo le diría que la
Revolución debe sentirse avergonzada de que existan en Cuba sujetos como usted.
Un día llegará en que las discriminaciones de cualquier tipo serán incluidas en
el código penal. Ese día, siento que no muy lejano, los individuos como usted
serán llamados a capítulo.
23 de abril de 2012.
PD: Posteriormente el tipo se ha retractado
públicamente de las ofensas emitidas, pero no creo que ese “arrepentimiento”
sea sincero, sino más bien condicionado por la presión de las tantas respuestas
y la enorme polémica que le vino encima. Así no vale.
(Fotografía: Erwin Olaf)