Por Piter Ortega Núñez
Curada por Ariadna Cabrera Figueredo, Abram Bravo Guerra y el propio Yasiel Elizagaray, la muestra reúne a doce artistas cubanos de distintas generaciones, residentes tanto dentro como fuera de la isla. La variedad generacional y geográfica es solo el punto de partida de una exposición que, desde su título, lanza una declaración de principios: donde hay fuego, hay vida, hay potencia, hay riesgo, hay arte.
Y el fuego aquí no es metáfora vacía. Lo que arde en esta muestra es la pintura misma: su materialidad, su gesto, su carga simbólica. La exposición es, ante todo, una reivindicación del poder de la pintura como medio expresivo, como lenguaje cargado de densidad emocional, fuerza estética y complejidad simbólica.
Algunas piezas juegan con lo fúnebre y lo lúgubre; otras se sumergen en el erotismo, el cuerpo, la animalidad o lo fantástico. Aparecen símbolos como la figura humana, la mirada intensa, la infancia como fantasma, el reino animal, la violencia ritual, el caos urbano o existencial. Hay gestos pictóricos sueltos, manchas que parecen llagas, paletas que se funden con zonas de sombra, y composiciones que parecen surgir de un trance entre el sueño y el trauma. Es una pintura que sangra, que respira.
Y sin embargo, pese a lo duro o lo denso de muchas imágenes, la muestra destila un gozo profundo por el acto de pintar. Se siente el placer de lo matérico, del trazo libre, del juego con el color y la forma. Hay un lirismo subterráneo en esta exposición, un lirismo desgarrado, pero luminoso en su apuesta por seguir creando desde la resistencia.
En medio de una Cuba convulsa, golpeada por crisis múltiples, esta exposición es una llama encendida. Como me dijo una vez el artista y coleccionista mexicano Norman Bardavid: “a mayor resistencia, mayor potencial de luz”. Y esta muestra lo confirma. Contra todo pronóstico, la pintura cubana sigue viva, fértil, incendiaria. No solo resiste: arde. Y su fuego es el de una tradición que no se apaga, sino que se reinventa desde el gesto individual, desde el cuerpo del artista que aún cree, que aún pinta.
“Donde hay fuego” es un acto de fe en la pintura. Y también un llamado de atención: el arte cubano está lejos de extinguirse. Está, de hecho, más vivo que nunca.
6 comentarios:
Cómo siempre nos tienes acostumbrados a una buena crítica que favorece la creación y exalta el espíritu joven.
Gracias Piter, por mantenernos al dia sobre el escenario artistico de nuestra isla y felicidades a ese proyecto que empeña fuerzas para seguir visibilizando nuestro arte
Amigo leo tu texto, como siempre exquisito, las imágenes no me abren lastimosamente, me dice q Google no me permite. Conozco la obra dalgunos de los artistas: son la candela!
Gracias 🙏
🙏🥰🥰
Me alegra que te haya gustado. 🥰
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