Arquitecturas afectivas es el título de la más reciente exposición que exhibe Aluna Art Foundation (Miami) desde el
pasado diciembre, y que podrá ser visitada hasta el 21 de febrero de 2015.
Integrada por 24 artistas procedentes de México, El Caribe, América Latina y
España, y comisariada por Adriana Herrera y Willy Castellanos, la muestra
aborda como tema central problemáticas relacionadas con la arquitectura, el
urbanismo y su representación en el arte. Pero la mirada no se enfoca en el
aspecto físico, y mucho menos descriptivo, sino más bien en las derivaciones
emotivas/espirituales que definen a las ciudades y sus construcciones como
entes vivos, como reservorios de historias pasadas y presentes, donde se
acumulan sueños y desvanecen esperanzas. Los creadores implicados en el
proyecto se valen de la memoria afectiva como recurso para dialogar con
aquellos núcleos arquitectónicos o urbanos de donde proceden, por donde han
transitado, o adonde han arribado. La mayoría de las obras evidencia un interés
común: la crítica o deconstrucción de los grandes paradigmas de la arquitectura
moderna, especialmente en relación con el fracaso de sus narrativas y gestos
utópicos.
Un primer elemento
a favor de la muestra es su enorme variedad, ya sea en cuanto a geografías,
edades, técnicas, estilos, formatos, manifestaciones artísticas... En lo que
respecta a estas últimas, hay de todo en la exposición: pintura, dibujo,
fotografía, grabado, escultura, instalación, videoarte, en todos los casos
hilvanados desde una museografía de altos quilates, que apuesta por la
experimentación, la fragmentación y descentramiento del montaje, el predominio
de fuertes diagonales en la visualidad, con su consecuente desestabilización de
los esquemas ortogonales. Asimismo, resulta bien significativa la presencia de
nombres frescos, caras bien jóvenes, en muchos casos de artistas emergentes
recién llegados a la ciudad de Miami, y que intentan comenzar una vida nueva
por estos lares. A Aluna... no
parecen interesarle los grandes nombres, las firmas consagradas, legitimadas.
Es en este sentido una institución antihegemónica, que apuesta por el riesgo,
por aventura de lo ignoto. En su trayectoria como fundación, nos podemos
percatar de que su interés no es solo estético, sino también filantrópico,
profundamente humano. Lo cual es una razón más que suficiente para el agasajo,
en estos tiempos de tanta mezquindad y egoísmo.
Me gustaría
comentar todas las obras, una por una. Pero el espacio es un enemigo
inclemente. De modo que no me queda de otra: jerarquizaré. Y debo admitir que
una de las obras que más me atrajo, por su pericia técnica y de sentido, es
aquella titulada “Paradiso Nº 1”, del dúo de creación Atelier Morales. Aquí se
nos presenta un fragmento del malecón de La Habana, con una alteración
morfológica fundamental: su superficie de cara al mar ha sido trocada en los
célebres Acantilados de Normandía, del norte de Francia. El espacio de lo real es
transformado en el sendero de la quimera, en la plaza del ensueño y la
fantasía. El arte es empleado acá como vehículo de redención simbólica,
ficcional, esa que cree que un mundo mejor es posible (aunque no sé si
probable).
También
reveladora se me antoja la escultura “Lamento”, del mexicano Gonzalo Lebrija.
En ella observamos a una figura masculina, cabizbaja y recostada contra una
pared blanca, en una postura que delata aflicción, pena. De inmediato nos viene
a la mente la interrogante: ¿a qué se debe el desconsuelo de este personaje? Y
la respuesta parece ser muy clara según los testimonios del autor: se trata de
una actitud de protesta, un llamado de atención sobre su ciudad, Guadalajara, y
en lo que esta se ha convertido, debido a la acción irresponsable de los seres
humanos. Bella pieza, en definitiva, portadora de una dimensión ética bien recia.
El resto,
amigo lector, se lo dejo de tarea. Créanme, hay muchas obras meritorias,
tremendamente hermosas. Un recorrido que les cambiará la vida.
(31 de enero
de 2015)
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