Dentro del panorama del arte
cubano de los últimos diez años, uno de los nombres que sobresale con mayor protagonismo
es el del colectivo Stainless
(Alejandro Piñeiro, José Capaz y Fabelo Hung), quienes se proyectan desde la
Isla y a escala internacional con una seguridad y consistencia admirables para
sus cortas edades. Tuve el privilegio de comisariar su primera exposición como
grupo dentro del contexto cubano (Centro Hispanoamericano de Cultura, La
Habana, octubre-noviembre de 2011), momento en que se hizo evidente su vertiginoso
y demoledor éxito artístico, de público, promocional y de mercado. Ahora, 4
años después, me honra reseñar su primera muestra en el ámbito cultural de la
Florida: Una mente caótica, The
Studios of Key West, Cayo Hueso, 5 al 26 de febrero de 2015.
La exposición se articula sobre
la base de cuatro ejes temáticos fundamentales: el erotismo humano en su faceta
más desinhibida y burlesca (“Occidente con esteroides”, “Passion Gone Wild”);
la desacralización de emblemas distintivos de determinados centros de poder, a
través de la sátira y el sobredimensionamiento del kitsch (“Capitolio”, “Amor al rojo”, “Laureado”); la megalomanía y el
efecto psicótico/paranoico de las grandes campañas publicitarias a escala
global (“Cosmos”); y el proceso de mundialización del proyecto de Occidente
como un destino manifiesto, infalible (“La escuela de Atenas”).
Sin duda la obra maestra de la
muestra es “Cosmos”. Aquí los autores nos presentan una foto de once mil
estrellas en el espacio –imagen que se apropiaron de la INTERNET–, a la cual
decidieron realizarle una intervención radical: todos los astros fueron
sustituidos por marcas publicitarias de grandes empresas transnacionales (McDonald´s, Nike, Apple, Microsoft…), labor titánica de tres
meses de arduo trabajo en Photoshop.
¿Qué nos querrán decir los artistas con esta metáfora? Probablemente nos recuerdan
que vivimos en un mundo frívolo, de puras apariencias, donde importan más la
imagen y la representación de las cosas que las cosas mismas. Un universo donde
lo virtual ha terminado desplazando a la realidad toda. Un mundo de puros
fetiches, en el que todo se piensa, en primera instancia, en función de su
construcción mediática. Vestimos para satisfacer las expectativas de los demás antes
que las nuestras. Compramos el arte que está de moda, nos guste o no. Manejamos
el auto más publicitado, no necesariamente el que nos agrada más. Nos
enamoramos por Facebook. Tenemos sexo
por Skype. La vida es puro simulacro,
un gran teatro en el que el objeto ha
quedado anulado ante la avalancha de imágenes que intentan vendérnoslo. Eso nos
dice esta bella pieza.
Otro trabajo interesante dentro
del conjunto es “Capitolio”, el cual nos presenta a la célebre edificación
habanera desde una visualidad muy cercana a la de un gran cake, presto a ser degustado. En este caso se intenta desmitificar
el histórico símbolo por medio del humor y el sarcasmo. Si el Capitolio de La
Habana es un gran dulce, quizás la ciudad toda sea una gran piñata, un enorme
parque de diversiones donde miles de arlequines y trapecistas habitan el
pasatiempo de la eterna cuerda floja de sus vidas.
Entretanto, un lienzo de la
serie Passion Gone Wild nos muestra
seis lenguas gigantes que se besan entre sí a la manera de una gran orgía, como
explicitando un sistema de valores desprejuiciado, licencioso. Recordándonos
que nuestros artistas son unos gozadores, unos locos de la vida, que saben
vivirla hasta la saciedad. Obra de una factura impecable, donde todos los
dispositivos formales (color, líneas, composición) fungen como catalizadores o
agentes de activación de la libido. Yo la quisiera en mi cuarto, la verdad.
Pero las anteriores no son las
únicas propuestas de impacto dentro de la exposición. En Una mente caótica todas las obras exhibidas son clásicos. Esta es una de esas
exposiciones que marcan pautas, desafían horizontes de expectativas.
Stainless llegó a la
Florida. Ya no habrá quien los pare.
(14 de febrero de 2015)
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