¿Qué pasará con el arte cubano de
ahora en lo adelante? Esa es una pregunta que muchos se hacen a partir del
reciente restablecimiento de las relaciones entre Washington y La Habana. Numerosos
medios de prensa (incluidos el New York
Times y el Washington Post) le
han dedicado importantes espacios al tema. Algunos (los más optimistas) estiman
que se producirá un nuevo boom del
mercado del arte cubano a escala global, y un incremento significativo del
coleccionismo interesado en la producción visual que se realiza en la Isla. Auguran
un aumento de la gestión privada dentro del sector artístico insular (eclosión
de galerías independientes, no gubernamentales; revistas y periódicos privados,
etc.), al igual que mayores espacios de debate, libertad de creación y perspectivas
críticas.
Conversar con algunas voces
autorizadas en el tema nos puede arrojar luces al respecto. Robert Borlenghi,
director de la galería Pan American Art Projects de Miami, estima que «a partir de ahora habrá una mayor atención
de coleccionistas no cubanos que dará más posibilidades a los artistas de la Isla
de ser conocidos». Para el destacado pintor Tomás Sánchez «las ventajas de tipo socio-económico (flujo
de familia y/o flujo de capital) aparecen hasta ahora como el escenario más
esperanzador para los cubanos de dentro y fuera de la Isla. Para el arte cubano
ya existían premisas y privilegios que otros sectores no tenían. No es secreto
para nadie cuántas exposiciones y proyectos de Cuba se muestran en EEUU y cómo,
también, existen plataformas específicas que han impulsado este flujo:
Colección Farber, CIFO, etc. Así que sería regularizarlo».
Otros criterios no son tan
entusiastas, y consideran que el asunto puede tener repercusiones negativas
para el arte cubano, en tanto este se sumará con más fuerza al proceso de
globalización cultural característico del mundo contemporáneo, perdiendo así su
identidad. «La situación política de Cuba
ha formado por mucho tiempo la inspiración de sus artistas, y este cambio a lo
largo va a tener efectos de conformar el arte cubano al del resto del mundo
Occidental», afirma Borlenghi. Para
el coleccionista radicado en Miami Peter Menéndez, «los efectos de la normalización de relaciones entre ambos países se van
a hacer sentir con bastante rapidez en el mercado de arte cubano. Una vez que
aquello del fruto prohibido deje de serlo, la producción artística del país
será sometida a los criterios vigentes hoy día, esos que se forman en Nueva
York, Los Ángeles, Berlín y Londres. La producción habanera, alejada de lo
exótico, ¿cabrá en ellos?»
Según algunos, será preocupante
el fenómeno de la masificación de artistas y obras (originales y falsas). Al
decir de Borlenghi, «va a haber una
proliferación de artistas (como si ya no hubiera bastantes) y consecuentemente
la calidad media va a bajar. Por no hablar de la inevitable multiplicación de
falsos de artistas muertos, que por el momento es un fenómeno generalmente
limitado a Miami.»
El factor de los precios de las
obras también es otro elemento que, según los especialistas, pudiera estar
sujeto a modificaciones en esta nueva etapa. «Se podría decir que hay obra de artistas cubanos –residentes y no en la
Isla– que tiene precios mucho más elevados dentro que fuera. Ha existido mucho
coleccionismo de “lo exótico”, que en la normalización de las relaciones tendrá
otro carácter. Con respecto a la obra con carácter patrimonial que ha llegado a
alcanzar altos precios en subastas, especulo que será mucho más difícil poder
moverla, ante la existencia de acuerdos
que amparen el patrimonio», nos dice Sánchez, mientras Menéndez nos aclara
que «habrá grandes cambios en lo que
respecta a la industria de arte creada en La Habana en los últimos años,
empresa que al parecer ha establecido una clase económica diferente e
independiente dentro de la sociedad cubana, alzando a un puñado de artistas a
un estilo de vida de niveles mucho más altos. Hoy en día los artistas cubanos
con representación en las mejores galerías de Nueva York son Los Carpinteros,
en Sean Kelly. En España está Carlos Garaicoa. Kcho duró poco con Bárbara
Gladstone. ¿En los próximos años entrará alguien nuevo a estos niveles?».
Algunos se explican el fenómeno
desde su arista política. El curador y crítico de arte Elvis Fuentes piensa que
«las incidencias serán matizadas por el
cachumbambé político que siempre ha sido el diferendo Cuba-USA. Por lo que se
ha visto, la iniciativa, que parecía de común acuerdo, ha pasado a ser
unilateral de parte de Obama, pues Raúl Castro ha puesto condiciones que USA no
puede cumplir para reanudar las relaciones diplomáticas. Así todo quedará como
un gesto de Obama hacia sus conciudadanos, facilitando los viajes y las
transacciones comerciales, sin que haya representación diplomática. El efecto
será a corto plazo el auge de los viajes de norteamericanos a Cuba y
consecuentemente la expansión del mercado para el arte cubano producido en la Isla».
¿Será el arte cubano un
vehículo facilitador de la conciliación? ¿O, por el contrario, el fruto de la
discordia, el aguafiestas? ¿Se llenará este de conformismo en los nuevos
tiempos, o será punta de la lanza para los desafíos que se avecinan? ¿Aumentará
o mermará su calidad? Interesantes interrogantes que nos hacen meditar sobre
nuestro futuro inmediato, y sobre el papel que desempeña el arte en los
procesos de emancipación de los seres humanos y sus pueblos. Por lo pronto, mantengámonos
alertas, y no dejemos extraviar la utopía.
(14 de febrero de 2015)
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